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En el 2016, la elección de Donald Trump como presidente de Estados Unidos tomó a medios de comunicación de todo el paÃs por sorpresa; a raÃz de eso se comprometieron a hacer un mejor trabajo representando a las distintas comunidades que conforman esta nación. Esto incluÃa a conservadores, aquellos en áreas rurales (un grupo complejo por sà mismo) y, sÃ, a los latinos.
Cuatro años después, aunque Trump no fue reelecto, el hecho de que la contienda haya sido tan reñida a pesar de que las encuestas indicaban una victoria aplastante del candidato demócrata tiene a los medios de comunicación haciéndose las mismas preguntas que hace 4 años. El aumento en el porcentaje de latinos que votaron por Trump tomó a muchos por sorpresa. ¿Cómo es posible que los sondeos estuvieran tan equivocados nuevamente? ¿Son los medios, y la falta de diversidad en ellos, parte del problema?
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Luego de las elecciones del 2016, una publicación nacional anunció que iba a expandir su cobertura contratando a personas que trajeran consigo distintas perspectivas. Aunque sabÃa que las posibilidades de obtener uno de esos puestos era mÃnima, debido a que venÃa de un diario pequeño, decidà presentar la solicitud. Si realmente estaban comprometidos a diversificar sus redacciones, pensé, tengo una oportunidad.
Soy migrante de primera generación. Nacà en Ciudad Juárez y crecà al otro lado de la frontera, en El Paso, Texas, en una familia de clase media. Mi papá era ingeniero en México, pero al emigrar se convirtió en vendedor de seguros de vida y luego chofer de un tráiler, algo que sigue haciendo a sus sesenta y tantos años. Para él no hay cuenta de jubilación ni ahorros, mucho menos una casa ya pagada.
Cuando solicité la posición, habÃa cubierto temas de migración por más de una década, además tenÃa experiencia escribiendo sobre migrantes y refugiados desde más de 12 paÃses. Les adelanto, al final no obtuve el puesto, tampoco otra periodista de color.
De ninguna manera digo que tenÃa que haber sido yo una de las seleccionadas, pero me consterna cómo los medios de comunicación, en general, siguen teniendo tan pocos avances en cuanto a diversidad. Las redacciones son como una ventana al resto de Estados Unidos. Como periodistas, tenemos el gran poder — y responsabilidad — de escoger las voces que optamos por representar y la manera en la que lo hacemos. Somos parte, o debemos serlo, de las comunidades sobre las cuales escribimos.
Hoy, luego de las más recientes elecciones, parte de la conversación es sobre cómo los latinos pudieron apoyar a Trump. Mientras los hispanos le ayudaron al presidente electo Joe Biden en su triunfo en ÃÛèÖÖ±²¥, el respaldo a Trump por parte de los hispanos mejoró en estados como Florida y Texas. Ese salto fue particularmente sorprendente en el sur de Texas, en donde Biden ganó en la mayorÃa de los condados, pero por un margen mucho más estrecho que Hilary Clinton hace cuatro años.
Como paÃs, nos sigue cayendo de sorpresa que los latinos no son un grupo monolÃtico y que no todos votan por los demócratas. Sin embargo, no es nada nuevo. Desde la reelección del presidente Richard Nixon en 1972, candidatos republicanos han obtenido de manera consistente entre un cuarto y un tercio del voto hispano, según Geraldo L. Cadava, un profesor asociado en la Universidad Northwestern, quien ha escrito un libro sobre el tema.
Las razones por las cuales latinos en Florida votaron por Trump son diferentes a las de latinos en Texas. Para los cubanoamericanos y los venezolanos fue, entre otros temas, la idea de que Biden representaba el “socialismoâ€. Para los mexicoamericanos en el sur de Texas eran en parte la economÃa y el apoyo a las fuerzas policiacas.
Sin embargo, nosotros, “los mediosâ€, comentaristas y polÃticos a nivel nacional, continuamos viendo la inmigración como el tema clave para los latinos. Si quieres su voto, el tópico a abordar son los “dreamersâ€, la ciudadanÃa, la frontera. Pero al igual que para cualquier otro grupo demográfico en este paÃs, hay muchos más temas que interesan a los hispanos.
Más del 18 % de la población en Estados Unidos es hispana — un 40 % en Texas — pero solo representamos 7 % de las redacciones, según la encuesta ÃÛèÖÖ±²¥ Leaders 2019 sobre diversidad. Los latinos representamos el 10% de los periodistas de ProPublica, el 21% del Texas Tribune y el 30% de nuestra asociación conjunta en la sala de redacción.
Usualmente, recurro a mi familia cuando trato de mostrar qué tan diversa es esta comunidad. Mi abuelito nació en Nuevo México, su padre trabajaba para una fundidora local. En algún momento, la familia decidió regresar a México, en donde mi abuelo creció y eventualmente se casó y tuvo sus hijos.
Una vez que la situación económica se puso difÃcil, decidió volver a su tierra natal para trabajar. Los hijos mayores — incluyendo a mi mamá — nunca aprendieron bien el inglés, aún prefieren ver Telemundo y se identifican más como mexicanos que como estadounidenses. Los más chicos, por otra parte, se graduaron de preparatorias en El Paso, hablan Spanglish y tienen una identidad dividida entre ambos paÃses.
¿Y sus hijos? De todos los primos, somos muy pocos los que aún podemos comunicarnos de manera fluida en español, y un número menor todavÃa los que podemos escribir y leer en la lengua materna de nuestros padres. La mayorÃa creció con “Plaza Sésamo†en vez de “El Chavo del Ocho†y prefieren comer Flaming Hot Cheetos que Churrumais. La mayorÃa tiene pocos lazos que los atan al paÃs de sus padres.
Dentro de la familia tenemos a dueños de sus propios negocios, una enfermera, mecánicos, miembros del ejército — hasta una periodista. Hay aquellos que apoyan a Trump, aquellos que son religiosos y conservadores, algunos que son apáticos al sistema y están desilusionados.
También hay aquellos que lamentan la situación de los migrantes pero piensan que tiene que haber lÃmites, y otros para quienes la frontera no es nada más que una lÃnea imaginaria. El aborto, cuidado médico e igualdad son temas que nos dividen — asà como al resto de los norteamericanos.
Eso es lo que como paÃs aún no logramos entender. Cómo inclusive dentro de un mismo grupo, en este caso mexicoamericanos, puede haber esta gran gama de perspectivas, creencias y prioridades.
Cuando era niña, ni la Patrulla Fronteriza ni la migración acaparaban nuestras vidas, a pesar de que podÃamos ver a Juárez desde el patio trasero. Eso no era de lo que hablaban mis papás cuando nos sentábamos a comer. A ellos lo que les preocupaba era que la casa estuviera pagada y nuestra educación.
Cuando empecé a cubrir la frontera como periodista, mi meta era ir más allá de los reportajes sobre las muertes en el desierto, la migración indocumentada y los asesinatos por la Patrulla Fronteriza, temas inmensamente importantes, pero los cuales ya reciben más cobertura. Sin embargo, fue mucho más difÃcil y no siempre lo logré.
En este paÃs, la migración se sigue cubriendo como un problema, una ola de gente viniendo, una invasión. La historia de asimilación o de perspectivas y experiencias diferentes entre familias migrantes es una nota mucho más difÃcil de vender y de contar. Pero son temáticas, hoy más que nunca, de suma importancia.
Estas regiones, estas comunidades, son áreas vibrantes con problemas que incluyen la falta de acceso a buenos trabajos, a una educación de alta calidad, a cuidado médico y poca participación cÃvica. Pero esta no suele ser la historia de la frontera a la que estamos expuestos.
Mi esperanza es que una vez más, al momento de reflexionar como medios qué podemos hacer para mejorar nuestra labor, recordemos que estas comunidades migrantes, fronterizas, de color, no son homogéneas. Las tenemos que involucrar como lectores, como votantes, como residentes, dÃa tras dÃa y no solo durante las elecciones.
Solamente asà tendremos un mejor entendimiento de quiénes somos y qué representamos como paÃs. Solamente asà vamos a dejar de cubrir a las comunidades migrantes, latinas, rurales, conservadoras e indÃgenas como algo más que “ellos†y “nosotrosâ€. Solamente asà vamos a lograr ser simplemente “nosotrosâ€.
ENGLISH VERSION
The Myth of the Latino Vote and What ÃÛèÖÖ±²¥rooms Must Learn From 2020
In 2016, when it became clear that Donald Trump would become president, media outlets across the U.S. were blindsided by the results. They pledged to do better representing the larger communities that make up America. That included conservatives, those in rural areas (a complex group on its own) and, yes, Latinos.
Four years later, though Trump did not win reelection, former Vice President Joe Biden’s narrower margin of victory in spite of polls predicting a landslide have media outlets asking similar questions all over again. The increased percentage of Latino voters for Trump in particular caught many off guard. How could pollsters get it wrong again? And is the media, and a lack of diversity in newsrooms, part of the problem?
Last time around, a national publication made a show of announcing it was expanding its coverage teams and hiring people that brought those unique perspectives. I applied for a spot to cover immigration even though I knew that coming from a smaller newspaper, it would be a long shot. Still, if it was serious about diversifying the newsroom, I thought, I had a chance.
I’m a first-generation immigrant, born in Ciudad Juárez and raised across the border in El Paso, in a middle-class family. While my dad had been an engineer in Mexico, he became a life insurance salesman when we emigrated, then a truck driver, something he is still doing in his mid-60s. There’s no 401(k) for him, there’s no deep savings account or a fully paid mortgage.
When I applied for the position, I had been an immigration reporter for about a decade; I had experience writing about immigrants and refugees from a dozen countries. Spoiler alert, I didn’t get the job, neither did another person of color.
It didn’t have to be me, by any means, but we’ve made so little progress in diversifying our newsrooms. ÃÛèÖÖ±²¥rooms are a window into America. Journalists have the great power — and responsibility — to choose whose voices we represent and how. We are part, or should be, of the communities we cover.
While Hispanics are credited with helping Biden in ÃÛèÖÖ±²¥, Trump made significant gains in the Hispanic vote in Florida and Texas. That jump was particularly stark in South Texas, where Biden won in most counties but by a much narrower margin than Hillary Clinton did four years ago.
As a country, we continue to be surprised that Latinos are not a monolithic group and that not all vote for Democrats. Since President Richard Nixon’s 1972 reelection, Republican candidates have pretty consistently received one-quarter to one-third of the Hispanic vote, according to Geraldo L. Cadava, an associate professor at Northwestern University who wrote a book on the topic.
The reasons that Latinos voted for Trump in Florida are different from those who did so in Texas. For Cuban Americans and Venezuelans, among other issues, it was the perceived threat of “socialism†from Biden, while for Mexican Americans in Texas the pull was in part secure borders and support for law enforcement.
The press, pundits and politicians at the national level still see immigration as the key issue for Latinos. If you want to win “their†vote, talk about Dreamers, talk about citizenship, talk about the border. But just as for any other group, there are so many other issues that are important. More than 18% of the U.S. population is Hispanic — 40% in Texas — yet we represent roughly 7% of the newsroom workforce, according to the ÃÛèÖÖ±²¥ Leaders 2019 Diversity Survey. Latinos account for 10% of the staff at ProPublica, 21% at The Texas Tribune and 30% of our joint newsroom partnership.
When trying to make a point about the diversity within this community, I often turn to my family. My grandfather was born in New Mexico to a father who worked at a smelter. At some point his family went back to Mexico, where my grandfather grew up, got married and had kids.
Eventually, he returned to the U.S. for work. The older siblings — including my mom — didn’t fully learn English, prefer to watch Telemundo and identify more as Mexican than American. The younger siblings, though, graduated from high school in El Paso, speak Spanglish and have a split identity between both countries.
And their children? Well, out of all the cousins very few of us can still communicate fluently in Spanish, and even fewer of us can read and write in our parents’ native tongue. Most grew up with “Sesame Street†and not “El Chavo del Ocho†and prefer Flaming Hot Cheetos instead of Churrumais. They have few ties to their parents’ country.
Within the family, there are small-business owners, a nurse, mechanics, military members — even a journalist. There are those who support Trump, those who are religious and conservative, those who are apathetic and disillusioned. There are those who sympathize with immigrants but feel “we†have our own problems here, and those for whom the border should be an imaginary line. Abortion, health care and equal rights are all defining issues — just like for the rest of America.
That’s what we fail to understand. That even within one group, such as Mexican Americans, there can be a wide range of views, of beliefs, of priorities. Growing up in El Paso, immigration or the Border Patrol didn’t control my life, even when you could see Juárez from our backyard. That’s not what my parents talked about at the kitchen table. They worried about paying the mortgage and making sure we graduated.
When I became a border reporter, I strived to go beyond the important but well-covered stories of migrant deaths in the desert, about unauthorized migration and Border Patrol shootings. It was hard, and I didn’t always succeed. In this country, immigration is often covered as a problem, as a wave of people coming across, an invasion. The story of assimilation or divergent views and experiences among immigrant families is much tougher to tell and to sell, but they are now more important than ever.
These areas, these communities, are vibrant places with issues including limited access to well-paying jobs, quality education, health care and civic engagement. But that’s not the story of the border we are generally exposed to.
My hope is that once again, as journalists reflect on what we did well and what we can improve on, we remember that immigrants, border communities and people of color are not homogenous and we must engage them as readers, as voters, as residents, day in and day out, not just before an election.
Only then will we, as a country, have a better understanding of who we are and what we represent. Only then will we stop covering immigrants, Latinos, rural communities, conservatives, Native Americans as something more than “us†versus “them.†Only then, will it be “we.â€
Trevizo es parte del equipo de investigación de ProPublica en colaboración con el Texas Tribune. Previamente cubrió la frontera para el ÃÛèÖÖ±²¥ y La Estrella de °Õ³Ü³¦²õó²Ô. Ahora reside en Houston, Texas.